Como seres humanos nos comunicamos con el entorno y nos unimos a él a través de las emociones. Éstas nos ayudan a adaptarnos a los cambios continuos de la vida, determinando cada una de ellas el paso siguiente para crear nuestro futuro.
Son reacciones instintivas con un ciclo preciso energético que necesitan completar su curva para permitir a la persona crecer.
Sin embargo, no todas las emociones nos ayudan en nuestra adaptación a la realidad, algunas impiden nuestro crecimiento y nos alejan del bienestar, del éxito y de la salud en nuestras vidas.
Son emociones adaptadas al presente que nos impulsan hacia la única acción adecuada y productiva en ese momento y desaparecen en cuanto han cumplido su función.
Cada emoción del presente produce una reacción fisiológica en todo el organismo que nos mueve hacia esa única dirección oportuna en ese instante, por lo tanto, es una emoción que nos conecta con la vida y con el lugar que más fuerza tiene para nosotros en esa situación concreta.
Por el contrario, las emociones destructivas o secundarias son todas las que nos llevan a una repetición del pasado, ya sean de amor, alegría, miedo o ira y son repeticiones de nuestra infancia o de un patrón del sistema familiar que nos alejan de la realidad presente y nos impiden estar en la acción oportuna y creativa.
Estas últimas son emociones que nos restan fuerza y conexión con la vida, aunque cumplen una función de protección de la emoción primaria que aprendimos que no era segura en nuestra infancia o que otra emoción era más “eficiente” en su lugar para conseguir algo.
Vivir las emociones del presente no siempre es fácil debido a la programación inconsciente de nuestra psique que fue absolutamente necesaria para nuestra supervivencia y adaptación a un entorno familiar y social concreto en la infancia.
Requiere por nuestra parte de muchísima atención y cultivo de la presencia para estar en el adulto interno viendo la realidad tal y como es en cada instante.
¿Qué ocurre cuando vivimos una emoción sin estar presentes en la situación?
Que bloqueamos esta emoción en todos los niveles del organismo y, por lo tanto, nos quedamos con algo inacabado y colapsado en un fracaso de adaptación. La emoción que quería poner en marcha alguna acción concreta no puede hacerlo y esta emoción bloqueada quedará registrada en nuestro cuerpo y psique.
En el caso de la ira, por ejemplo, es una emoción que nos ofrece la energía necesaria para transformar una situación desagradable que sentimos como injusta, de abuso o agresión, y para ello genera en nosotros un impulso de adrenalina que dura solamente unos segundos para lograr apartarnos del peligro con éxito. Nos ayuda a salir de muchas situaciones de nuestra vida que requieren de nosotros una reacción firme y equilibrada para romper con algo abusivo, injusto o que nos hace daño.
Pero, ...
👉 ¿qué ocurre cuando la situación que interpretamos como peligrosa no es tal, si no que nos conecta con heridas del pasado en las que expresábamos la ira de manera desbordada y no adaptada porque era más “seguro” que mostrar tristeza? o, ...
👉 ¿qué ocurre cuando la situación es realmente injusta y dañina para nosotros y no somos capaces de dejar que la ira fluya adaptada profundamente al presente bloqueándola en nuestro organismo porque aprendimos que era más seguro ocultarla?
Imaginemos la cantidad de energía que bloqueamos y desaprovechamos al desconectarnos del presente y permitir la programación inconsciente que conecta con emociones secundarias y ciegas del pasado y no con las emociones primarias requeridas para la situación.
En este tipo de situaciones dejamos que sea nuestro estado niño el que tome las riendas impidiendo la resolución adecuada para nuestra vida, pero sí conseguimos evitar la emoción primaria.
Las personas vivimos estas emociones secundarias con la misma autenticidad e intensidad que una emoción primaria por lo que hay que tratarlas con todo el respeto por la función que cumplen de protección de la herida del pasado. Es el hilo del que podemos tirar para salir del guión, de la programación limitante y ver cuál es la emoción primaria no permitida y que necesitamos darnos el permiso para sentir. Es la oportunidad de observar ese pasado que originó esas emociones secundarias.
Las emociones secundarias, son como una manipulación de nuestro Niño para influir en el entorno a nuestro antojo, para complacer, para conseguir más amor, para protegernos de una emoción "peligrosa", etc. Estas emociones ciegas nos impiden tomar buenas decisiones y acciones para nosotros y para los demás.
Detrás de cada emoción instintiva, hay un pensamiento o creencia que la origina y aquí es donde podemos hacer algo conscientemente dándonos cuenta de cuáles son las creencias y pensamientos que sostienen las emociones secundarias no adaptadas.
La secuencia pensamiento-emoción se da de esta manera: un pensamiento produce una reacción fisiológica que desencadena una emoción destinada a provocar una nueva adaptación al medio. Esta emoción produce reacciones químicas a su vez que activan nuestra acción o nuestros pensamientos. Si no hemos podido desahogar la energía de esa emoción en la acción, estos nuevos pensamientos justificarán la emoción estancada y crearán un nuevo ciclo improductivo de emoción-pensamiento.
Entonces, la emoción bloqueada va a producir multitud de pensamientos secundarios que van a justificar y mantener el bloqueo produciendo a su vez nuevas emociones secundarias en un ciclo sin fin de justificación y mantenimiento del bloqueo.
Se podrá salir de este círculo vicioso generado por emociones improductivas y resignificar el pasado gracias a un pensamiento liberador (un “darnos cuenta”, un "insight" , por ejemplo en terapia, en estado meditativo, etc) o gracias a la observación desde nuestro estado adulto de la emoción bloqueada acogiéndola en silencio y dándole espacio y amor para que pueda volver a fluir y encontrar su salida.
Es importante tener en cuenta también que la voz interior influye en el sistema inmune, por lo tanto, lo que nos digamos a nosotros mismos, a partir de una ira, una tristeza o una alegría ciegas o no adaptadas a la realidad actual influirá en nuestro estado interno pudiendo llegar a deteriorar nuestra salud. En este sentido es muy interesante toda la investigación actual en torno a la relación de nuestras emociones y diálogo interno con las enfermedades autoinmunes, degenerativas e inflamatorias.