“¿Miedo yo? Yo no”. Para muchas personas no resulta fácil reconocer y reconocernos que sentimos miedo, que tenemos miedo. Incluso a veces miedo al miedo. Nos parece que es negativo, que es una debilidad.
Juzgamos mal sentir esa sensación. A lo mejor consideramos que es una cuestión admisible sólo en la niñez pero no en la etapa adulta.
El título de este artículo y que da nombre al taller que realizamos para trabajar sobre el tema, no es una orden, sino más bien una invitación. Y nace porque tal vez me lo dije una vez. Una vez que me di cuenta que yo tenía miedos, miedo. Tomé una decisión interna, frente a mí misma, de mirarlo de frente, dialogar con mi miedo, aproximarme y escucharlo.
Descubrí lo que había leído de Osho: “El miedo que se acepta se convierte en libertad”.
Y por supuesto no es de una vez y para siempre, pero el primer paso es clave. Luego es volver a visitar una y otra vez ese lugar, esa emoción, cada vez que la vida nos propone situaciones que lo activan. Y qué liberador es cuando nos animamos a afrontarlo, acogerlo y no escapar de él.
Las situaciones que estamos viviendo hoy a nivel social, político, ambiental, planetario, propicia experimentar el miedo a distintos niveles: a la enfermedad, a la soledad, al desempleo, a la locura, a la marginación, a la escasez, a la muerte…
Osho afirma: “¿De qué está compuesto el miedo?”.
El miedo está compuesto de ignorancia del propio yo. Solo existe un miedo: se manifiesta de muchas maneras, de mil y una formas, pero básicamente el miedo es uno, y ese es este: «en lo más hondo, existe la posibilidad de que yo no sea».”
Y “¿Saben lo que el miedo causa?”– se preguntaba Krishnamurti:
“Ofusca la mente. La insensibiliza. Del miedo brota la violencia (…) En tanto exista el deseo de ganar, de realizarse, de llegar a ser -en cualquier nivel que sea- habrá inevitablemente ansiedad, dolor, miedo (…) miedo que destruye el pensamiento humano, la relación humana y el amor.”
¿No te parece que estas son razones poderosas para abocarnos a trabajar sobre nuestros miedos? Conocer de qué se tratan, cómo se manifiestan, qué lugar o función ocupan en nuestra vida interior y cuáles son sus efectos o consecuencias en nuestra cotidianidad.
El miedo, una emoción más
Como la alegría, la tristeza, la rabia, el miedo es una más de las emociones humanas. Tiene una función y es recomendable reconocerlo, tomar conciencia de él y asumirlo como parte de nuestra psicología, para darle su lugar apropiado y que cumpla su cometido saludable.
Al decir de Sigrid Lange, el miedo es nuestra energía de protección. Ante un peligro real, tenemos tres reacciones posibles, que nos pueden ayudar a afrontar dicha amenaza de manera apropiada, es decir preservando nuestra integridad, física o emocional: el ataque, la huida o la parálisis (hacerme el muerto).
En el conocido libro de Daniel Goleman, “La inteligencia emocional” leemos:
“La amígdala es fundamental para el temor. Cuando una extraña enfermedad destruyó la amígdala (pero no otras estructuras cerebrales) en una paciente a la que los neurólogos llaman S.M., el temor desapareció de su repertorio mental. Se volvió incapaz de interpretar expresiones de temor en el rostro de otras personas y de mostrar ella misma esa expresión”.
Lo cual la dejó, obviamente, en absoluta vulnerabilidad.
La función sana del miedo es de protección.
Entonces, no se trata de eliminar el miedo, sino de comprenderlo, aceptarlo, integrarlo a nuestra vida de una manera saludable.
Y en esto, tanto la educación como la psicoterapia, tienen un papel fundamental, en ese aprendizaje para aprender para la vida.
El miedo en el cuerpo
Ante un estímulo externo que la amígdala cerebral interpreta como amenaza, se activan una serie de secreciones y reacciones físicas y químicas que ponen en alerta nuestros mecanismos de protección y/o defensa para preservar la vida, apagando a la vez de alguna forma las funciones que no son imprescindibles para afrontar el peligro con eficacia: como por ejemplo la capacidad de reaccionar.
Las respuestas surgen del cerebro instintivo, ya que fue fundamental en los seres primitivos para la preservación de la especie el poder enfrentar el peligro de modo rápido y automático y ese saber ancestral aún funciona para ponernos a salvo.
Lo experimentamos intensamente en los tiempos de COVID 19, ante tanta incertidumbre, ante lo cual conectamos fácilmente con la vulnerabilidad y el temor y nos colocamos como en “modo supervivencia”. Y fuera real o imaginario, lo que pone en marcha nuestro organismo son esos mecanismos primitivos, automáticos, expertos en asegurar la vida.
Y el estado de alerta, genera una serie de manifestaciones que pueden ser incluso perceptibles a nivel físico: aceleración de la respiración, mayor circulación sanguínea, aumento de la tensión muscular, rigidez, adrenalina, liberación de azúcar, hidratación de las pupilas, apertura exagerada de ojos. Es un conjunto de respuestas biológicas que tienen como fin prepararse para maximizar las posibilidades de lucha y garantizar así la supervivencia.
Pero esta misma sabiduría, este mecanismo adaptativo natural, cuando es sobreestimulado o sostenido en el tiempo, genera estrés excesivo y afecta el sistema inmune.
Por ello trabajar sobre los miedos, para poder autorregular esa emoción en mí, es prevención, es salud.
El miedo en la mente
El ser humano, además de percibir peligros reales, tiene la capacidad de imaginar o anticipar peligros potenciales o inexistentes. Pero para el cerebro, no hay diferencia entre una amenaza real percibida y una imaginada. Por lo cual el cuerpo reacciona de igual manera que si el peligro existe verdaderamente, poniendo en funcionamiento todos los mecanismos biológicos ya mencionados.
También tiene la capacidad de aprender, por lo cual muchos miedos son adquiridos a través de la observación, imitación o asociación.
Como se dice vulgarmente: “El que se quema con leche, ve una vaca y llora”.
Es fácil comprender entonces las consecuencias que puede tener vivir en ese estado de desgaste energético para nuestra salud psicológica y física.
Con lo cual, educar nuestra mente y capacidad de percepción para ver la realidad tal cual es y usar la capacidad de imaginar para crear imágenes que nos produzcan sensaciones de bienestar, disfrute,alegría, tranquilidad, paz, son herramientas a nuestro alcance para gestionar el miedo y propiciar nuestra salud.
¿Hacemos un ejercicio?
La mente necesita palabras y símbolos. Por eso para transformar algo a nivel de la mente necesitamos hablar en su lenguaje.
Les cuento un sencillo y poderoso ejercicio, que realizamos con un grupo en el taller titulado “Plántale cara al miedo”
Primero se hizo un listado de palabras asociadas al miedo y fácilmente unas 12. Luego la consigna fue: “Y si no hubiera…, ¿qué habría en su lugar? Y frente a cada palabra del listado anterior, se colocó otra.
Te invito a que sigas el ejercicio asociando una imagen a cada palabra de la segunda columna, puede ser un recuerdo o simplemente una imagen, un símbolo, que te venga a la mente al leer cada palabra, de a una, lentamente. Y te des tiempo de ver tomar conciencia de los detalles de esa imagen y darte cuenta de cómo reacciona tu cuerpo al imaginarla o evocarla. Puedes incluso luego pintarla o dibujarla. De esta forma se van abriendo espacios y posibilidades nuevas que van alineándose en el pensamiento, el cuerpo y la emoción. Y esto es un proceso transformador.
Otras caras del miedo: la ira y el deseo
Muchas veces se esconde el miedo tras la ira. La ira que surge de la impotencia, el miedo a no poder o a asumir el real poder. Cuando funcionamos desde la creencia de que “no hay mejor defensa que un buen ataque”.
Otras veces, preguntémonos qué deseamos tras lo que decimos temer. Detrás de un miedo puede esconderse un deseo: tengo miedo a que mi hijo se vaya de casa, pues deseo que viva conmigo; tengo miedo a que mi pareja me deje, pues deseo que continuemos juntos o realmente deseo dejarle yo y no me animo; tengo miedo a ser exitosa/o, porque es lo que más quiero de verdad, y muchos ejemplos más que puedas observar.
Miedo en la sociedad
Rejas, alarmas, empresas de seguridad, cajas fuertes, planes de pensiones, seguros de viaje, seguros de vida…
La publicidad que nos dice, si no haces tal, te quedarás sin…, si no tienes esto o aquello, no eres…, si quieres ser feliz, debes….
Y en este contexto que ya era conocido (no necesariamente percibido o asumido conscientemente) irrumpen nuevas variables: pandemia, cambio climático, inteligencia artificial, etc., que no hacen más que amplificar los miedos atávicos.
Quizás para que tomemosmayor conciencia y tomemos acción.
Menos miedo, más amor
Como decía el ya citado Osho, lo contrario del amor no es el odio, sino el miedo.
“…el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”.Esto escribía Huxley, novelista, ensayista y poeta inglés fallecido en 1963. Pero también afirmó: “El amor ahuyenta el miedo”.
Entonces cuando nos disponemos a mirar nuestros miedos, a tratar con ellos, desde el no juicio, ya estamos colocándonos en la vibración del amor y el miedo pierde el poder de dominarnos y cuando el miedo pierde poder, más lugar para la expresión del amor. Y así se establece un bucle positivo, que nos eleva hacia nuestra verdadera naturaleza. Por esto merece la pena plantarle cara al miedo, ¿qué opinas?
¿Quieres abrazar el miedo?
La psicoterapia el acompañamiento terapéutico te permiten observar tus miedos con cariño y compasión para comprender y transformar aquello que te paraliza.
¡Ábrete a un camino más expansivo!Referencias bibliográficas
- Houxley, A., Un mundo feliz, Selector México, 2019.
- Krishnamurti, J.; Sobreel miedo, Gaia Ediciones, España, 2017.
- Lange, S.; El libro de las emociones. Siento luego existo; EDAF, España, 2001
- Osho; Emociones. Libres del miedo,los celos y la ira,EDAF, Chile.
- Osho; Coraje: la alegría de vivir peligrosamente; Editorial Debolsillo, Argentina, 2007.