“La ansiedad tiene que ver con aspectos fisiológicos,  fantasiosos y del hacerle frente a la vida”

Fritz Perls (1975)

“Ansiedad de tenerte en mis brazos” decía la canción. Durante la emergencia sanitaria, hubiéramos cantado ansiedad de darte un abrazo. De recibir un abrazo. De darnos un abrazo. Menciono esa etapa porque ahí aumentaron los niveles de ansiedad y los episodios de pánico. "La psiquiatra infantil Irene García dice que tanto en niños como en adolescentes se dio un 'importante incremento de síntomas ansiosos y depresivos', tal como sucedió en la población adulta, pero además los psiquiatras clínicos han visto un aumento de trastornos alimenticios y depresiones severas en adolescentes, que en muchos casos requieren de hospitalización". (1)

Ansiedad y angustia son dos estados que conocemos quien más quien menos. Sucede que en estos tiempos adquieren como una dimensión diferente. La escasez de abrazos, el distanciamiento físico, la incertidumbre laboral y económica, el temor al contagio y por ende al sufrimiento y la muerte, la convivencia forzosa y todos los cambios en la cotidianidad, los desastres naturales, guerras, entre otras cosas, han afectando nuestros ánimos de alguna manera indudablemente. Esto se vivió fuertemente durante la pandemia tres años atrás, y hoy quedan secuelas de ello.

En este artículo vamos a enfocarnos en la ansiedad. Por un lado, se asocia con el miedo por algo en el futuro, por otro, con la sensación de que falta algo, como un vacío existencial. La identificamos con ese estado de desasosiego, inquietud y/o inseguridad ante determinados acontecimientos o condiciones del entorno.

La ansiedad como mecanismo adaptativo, es funcional, normal y no representa ningún problema de salud, sino que está al servicio de la supervivencia. Es la capacidad de anticiparme, estar alerta, de forma proporcionada frente a situaciones nuevas o que pueden ser riesgosas. Puede vivirse como impaciencia o excitación ante determinada situación esperada que, aunque sea deseada no se controle totalmente.

Sucede en ocasiones, que este mecanismo natural, “funciona de forma alterada, es decir, produce problemas de salud y, en lugar de ayudarnos, nos incapacita”. Y esto es lo que preocupa y requiere atención.

Sigrid Lange (2001), por ejemplo, se refiere a la ansiedad como “un hueco energético provocado por la desconexión con la existencia, que a su vez nos desconecta del tranquilo fluir de la vida presente. Ella nos quiere empujar a adelantarnos a los hechos, por lo menos en los pensamientos, lo que nos impide disfrutar del momento presente. Vivimos proyectados ansiosamente hacia el futuro, perdiéndonos lo único que sí podemos vivir: el aquí y ahora”.

En el “Libro azul de la decodificación biológica”, se define como “sentimiento de inquietud profundo que altera las capacidades cognitivas y de funcionamiento cotidiano de la persona que lo sufre”.

Como señalan Sierra y colaboradores, citando a Vila: “…si la ansiedad supera la normalidad en cuanto a los parámetros de intensidad, frecuencia o duración, o bien se relaciona con estímulos no amenazantes para el organismo, provoca manifestaciones patológicas en el individuo, tanto a nivel emocional como funcional (Vila, 1984).

Siguiéndole la pista

Podemos reconocer la ansiedad en su forma no saludable, por algunas manifestaciones a distintos niveles:

  • A nivel mental: gran profusión de pensamientos, que emergen como aluvión, sobre todo centrados en el futuro y de tono catastrofista.
  • A nivel emocional: inquietud, desasosiego, inseguridad, miedo.
  • A nivel físico: palpitaciones o taquicardia, sudoración, insomnios, dificultad para respirar. Y esto es de lo más angustioso.
  • A nivel comportamental: hablar rápido, dificultad para escuchar, caminar rápido o ir y venir sin ton ni son, comerse las uñas, imposibilidad o dificultad de concentrarse o adicciones de cualquier tipo.

Para abordar el trastorno de ansiedad, por ende, debemos tomar en cuenta todos esos niveles personales, así como aspectos ambientales; es decir ver factores del entorno que pueden ser ansiógenos, o sea, fomentar ese estado incómodo y desagradable de inquietud.

El puente sobre el abismo. Reconexión

El ser humano sin ansiedad sería inconsciente. Pero dejar de alimentar la ansiedad para que no llegue a los niveles de desajuste en la vida de las personas, es necesario.

Reconectar el aquí y ahora, la realidad y las expectativas. Dejar de alimentar el miedo con el exceso de informaciones catastrofistas  y/o violentas. O con publicidad invasiva que alimenta el deseo y la insatisfacción de necesidades creadas.

En el cuerpo es donde podemos reconectar, tanto con el instante presente como con las necesidades verdaderas para nuestro ser.

Es por eso que tanto la respiración consciente, como la conciencia de las sensaciones del propio cuerpo, nos permiten anclarnos en el presente, calibrar de forma pertinente la realidad externa e interna.

Una respiración pausada y profunda, con mi atención puesta en ella, ralentiza el flujo de mis pensamientos, me permite entrar en calma. Desde la calma, puedo sentir con más nitidez mi cuerpo, percibir las sensaciones y eso me trae la sensación del ahora y el lugar preciso en el que estoy en ese momento.  Y si continúo respirando, el ciclo se retroalimenta. Y si lo practico varias veces en el día, voy reconociendo esa sensación, anhelando ese bienestar y cuando lo busco y sé que accedo a esa placentera sensación a través de mi respiración, siendo consciente de ella, puedo palpar el poder que tengo para lograr la calma y dirigir mis reacciones, hasta que me instalo en el presente total, donde ya no reacciono, simplemente acciono, con cabal conciencia de mis necesidades en ese instante. Ya no hay lugar para que se dispare la ansiedad descontrolada. Solo respondo a lo que realmente siento.


(1) https://psico.edu.uy/presencias-en-medios/hoy-se-cumplen-dos-anos-de-la-pandemia-estas-son-las-ocho-cicatrices-que-dejo

Referencias bibliográficas

  • Bouron, E.; Libro azul de la decodificación biológica; Kier, Argentina, 2017
  • Lange, S.;  El libro de las emociones. Siento…luego existo; EDAF; Madrid, 2001
  • Sierra, J. C.; Ortega, V.; Zubeidat, I.; Ansiedad, angustia y estrés: tres conceptos a diferenciar, Rev. Mal-Estar Subj. v.3 n.1 Fortaleza mar. 2003
  • Tolle, E.; Un nuevo mundo, ahora; Editorial Debolsillo, España, 2009

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