Kwan Yin es también llamada Tara, la buda femenina.

La conocí a través de Alicia Soto, mi maestra de Registros Akashicos, pues ella es la deidad inspiradora de la escuela Aletheia. Me llamaba poderosamente la atención la devoción hacia ella que Alicia trasmitía. “Madrecita misericordiosa”, “Madre de amor incondicional”. Tantas veces la escuché referirse a Kwan Yin con tanto amor, ternura, fe, cercanía y gratitud. No dejaba de asombrarme.  Y sentía curiosidad por esa relación, por esa referencia divina que yo nunca había oído nombrar.  Al menos eso creía, hasta que supe que ella era conocida también como la buda femenina.

Había escuchado hablar por primera vez de Tara a Claudio Naranjo, en el Programa SAT.

Pasé siete años conectada con los Registros Akashicos, con Aletheia y por ende siendo testigo de la fe de Alicia en Kwan Yin. Cuando estaba haciendo la maestría, comencé a sentirme incongruente. ¿Cómo yo iba a ser maestra de la escuela, dar cursos en nombre de Aletheia y no sentirme conectada a su madre inspiradora? Fue un tema de introspección profunda.

Esa pregunta disparó un proceso profundo de revisión del vínculo con mi madre, desde el vientre, mi nacimiento, mi primera infancia.

En todo ese proceso, los mensajes de Kwan Yin a través de mis registros eran de absoluta amorosidad. Y a medida que yo me reconciliaba con mi mamá terrenal y sanaba mi vínculo con ella, iba haciendo espacio en mi corazón para el amor de esta madre espiritual.

Fui percibiendo su cualidad energética, su tibieza, su manto violeta, su dulce fortaleza.

Fui conociendo más también, el trabajo con Magnified Healing. Tenía la experiencia de sanación de mi esposo que había recurrido a éste a raíz de un cáncer años atrás, entre otras cosas, pero no mucho más.

Mientras, yo ya hacía un tiempo, había sido iniciada en Reiki con Inés Gómez y venía ofreciéndolo a las personas que lo necesitaban y me pedían. En un momento, quien me solicitó fue mi esposo y en la segunda sesión que le estaba pasando reiki, sentí una energía especial, más potente y de color violeta. Yo no dije nada, pero mi sorpresa fue cuando al terminar él manifestó: “¿Y hoy qué pasó? ¡¿Qué fue eso?!”.

Fue muy perceptible, muy real, una energía muy concreta, que ambos sentimos de la misma manera.

Simplemente sucedió. Me quedé sorprendida, maravillada y tranquila. Él estaba muy bien. ¡Y yo también!

Ahí empecé a reconocer mejor a Kwan Yin.

La siguiente persona que atendí, una chica joven, que por primera vez se hacía reiki. Estaba muy dolorida y muy baja de energía. Fue a distancia, pues estábamos en un período de medidas por la emergencia sanitaria. Nos dispusimos al tratamiento y en la segunda sesión, sentí con nitidez, la voz de Kwan Yin que me decía: “Déjame a mí, déjame hacer, déjame tus manos”. Sentí su presencia tras de mí y su voz con tanta claridad que no puse resistencia. Mis manos se movieron de un modo particular. La energía violeta nos envolvió. Y cuando esta chica pudo llamarme después de la sesión y de dormir unas horas, estaba estupefacta por la potencia de la energía que sintió. No solo ella, su mamá y su familia, que la habían visto padecer los días anteriores y vieron su recuperación, no salían de su asombro. Y me trasmitieron toda su gratitud.

Sentí que ese fue el llamado de Kwan Yin para tomar el curso de Magnified Healing. Y no lo dudé. Me inicié en esta técnica, la practico a diario y la vivo como un regalo. Un regalo para compartir. Sólo con quienes quieran sanar.

Gracias bendita Madre Kwan Yin.

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